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Ejemplar de La balaustrada (95 columnas de opinión censuradas o publicadas por Las Provincias), encuadernado por la autora.

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Ex redactora de Las Provincias

22 noviembre, 2011

ESPEJISMOS

Un poeta enamorado de sus versos y ambicioso de la fama suspiraba día y noche por una poetisa tan joven como él.
Como era tímido, no se atrevía a hablarle más que con dulces miradas y ligeras sonrisas, pero los días y los meses transcurrían y ella no parecía corresponder a su interés.
El sudario de la tristeza cubrió la ilusión y el anhelo del poeta, pero no menguó su amor.
Día y noche deseaba tenerla y la llamaba por su nombre, pero a su ruego sólo asistía la inspiración para devolverle con música el eco de su voz, que él entretejía al hilo de la métrica severa, encajándolo en la parcela del soneto, cuyos límites rezuman infinidad.
Fue así como alumbró los más bellos versos que jamás hubiera creado; a partir de entonces bendijo a su tristeza y a su inspiración.
Una noche comprendió que su amor por la joven había arraigado tan hondo en su interior que ya no podía ocultarlo. Venció a su antigua timidez y, al amparo de la tristeza y de la inspiración, le recitó los amorosos versos.
La joven poetisa no cabía en sí de júbilo, pues también su timidez hasta ese momento había acallado sus sentimientos.
La alegría ahuyentó a la tristeza y el idilio con el que tanto soñaron en silencio se hizo realidad.
Una noche ella lo encontró meditabundo interrogando al viento: «¿Dónde fue mi inspiración?, ¿dónde está la Poesía?»
«Mi inspiración eres tú», le decía ella colmándolo de besos. Pero él la desdeñaba reprochándole que su inspiración lo había abandonado celosa de sus caricias y sus besos.
Día y noche la apartaba de su lado y se entregaba a sus viejos libros. «¿Dónde fue mi inspiración?, ¿dónde está la Poesía?», y ella le decía: «Mi inspiración eres tú». Pero él no entendía sus palabras ni la poesía de su amor.
Al fin, uno de tantos días en que el poeta la vio llorando, le dijo: «Mi vida se consume inútilmente en tu fuego. Me abandonó la inspiración, y sin ella nunca obtendré la fama. Vete».
La joven poetisa se marchó desencantada y en silencio, apuntalando quimeras y destilando sueños desvanecidos. Alumbró versos mórbidos como violetas y cultivó pensamientos que aromaron su ideal. Siguió escribiendo rimas perfectas y nunca bebió de manos de Cupido el agua del Leteo.
La caprichosa inspiración volvió al lado del riguroso poeta, y con ella, poco después, la admiración de mucha gente y los laureles de la fama, traídos por las manos de Apolo. Pero él estaba hueco, y aunque ya no interrogara al viento sobre la causa de su vacío, cada noche una voz le susurraba en sueños: «¿Dónde está tu felicidad?», y el ambicioso poeta quedaba mudo en presencia de la idealizada imagen de su amada, porque era la eterna pregunta que nunca había sabido contestar.
M. J. Zapater
(Publicado en LAS PROVINCIAS el miércoles 19 de noviembre de 1997, en Sociedad, pág. 28)

Publicada en la sección de Cartas el miércoles 14 de mayo de 1997 en Las Provincias.

La feria de las vanidades y la incoherencia


Como joven periodista en paro agraviada por los desorganizadores de la X Feria Alternativa, condeno el incongruente despotismo de estos. Me sobran razones y anécdotas, pues he participado los últimos cuatro años: primero en una radio libre; luego, practicando la quiromancia honradamente y vendiendo sobres sorpresa a 50 pesetas. Si, pese a ser buena periodista no me dan trabajo, de algo he de sobrevivir, ¿no?
Siempre simpaticé con las utopías que hablan de alternativas paradisíacas. Parafernalia: ahora descubro el sectarismo y la falsedad de tales posturas. Pero juzguen ustedes, juzguen.
Mientras cuatro lunáticos, botella en mano, predican libertad y resistencia al Sistema, mugrientos elfos adoran a la madre naturaleza atusándose la maraña de sus verdes cabelleras, capricho obtenido a causa de agrandar el agujero de ozono y de enrarecer la atmósfera con ponzoñas químicas de indudable origen industrial. Justo detrás de mí, tiñosos desharrapados abominan entre porro y porro de la apestosa corrupción sociopolítica y de las carísimas suciedades anónimas; me huelo que desconocen que en las piñatas un paquete de tres jabones vale 100 pesetas. Digo esto porque basta pasearse por los tenderetes para ver los exorbitantes precios, y eso sin tener en cuenta que algunos de los productos el único arte que entrañan es el de la estafa más sofisticada.
Por si estas pinceladas no bastaran para reflejar el caótico cuadro, he aquí el toque final: una panda de feriantes prepotentes me expulsa del apenas metro cuadrado de césped que ocupaba. La sinrazón, no ser adepta a ninguna de las sectas alternativas y no tener permiso. Se sabe que el silencio otorga, pero no para esas gentes, que les escribes y ni te contestan o acudes a sus locales y te encuentras con una reunión fantasma y con un colectivo tan cambiante cual Caleidoscopio... Así pues, ellos y ellas, todos okupas, qué irónico, plegaron mi pañuelo, quitaron mi cartelito y me amenazaron con recurrir a la fuerza si volvía (¿y aún hablan de la violencia estatal?) Igual suerte corrió un guitarrista, que acabó cantándoles las cuarenta yendo de un lado a otro agotado por la carrera; la estrategia era ingeniosa, porque no ocupaba ningún espacio en concreto y a la vez era omnipresente, pero agotadora. A un pobre acordeonista que pedía la voluntad también lo echaron (y luego se quejan de la Policía y de la insolidaridad). A quienes no mandaron con la música a otra parte fue a esos cofrades enfundados en pieles que se oponen a la tortura animal y te ponen la cabeza como un tambor.
Finalmente, tras jactarse de haber echado a Green Peace, uno de esos feriantes (de muy pocas luces), nos dijo que lo importante era participar. "Yo he montado toda la instalación eléctrica. Tú vienes aquí y lo tienes todo hecho", quejóse. Cayó la noche, las farolas brillaron por su ausencia y el ambiente fue de no veas. Asqueada de tanta comedia, me marché lamentando la desvergüenza, la intolerancia y la hipocresía de tales funámbulos, avaros comerciantes incoherentes y tiránicos.

María Jesús Zapater Muñoz (licenciada en Periodismo y feriante desencantada)